El 45 Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre

En mis documentos guardo la invitación en la que "El Señor Embajador de la URSS en la República de Cuba, Alexandr Alexéev, tiene el honor de invitar al camarada Pedro Reinosa y su esposa a la recepción que ofrecerá el día 7 de Noviembre de 1962 con motivo del 45 Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre".

El anfitrión que nos invitaba - Alexandr Alexéev - era un diplomático innato, al que Fidel y sus colegas apreciaban de verdad. Fue, a nuestro parecer, el primer interlocutor soviético que, pacienzudamente y bajo la mirada celosa de numerosos personajes que pretendían ocupar el puesto del mejor amigo de Fidel, relató y explicó a los líderes cubanos el carácter y la vida del pueblo ruso.

Recuerdo que fue en aquella recepción donde Gueórgui Shevyakov - asesor del Juceplan de Cuba - me invitó a charlar en el jardín de la residencia con el joven poeta soviético Evgueni Evtushenko, allí presente. Nos recitó una poesía suya dedicada a la memoria del héroe nacional cubano José Antonio Echevarría. A éste lo asesinó la policía batista cuando se dirigía en una breve alocución de tres minutos al pueblo de Cuba desde el Centro de Radio Habana, tomado por él y sus valientes amigos.

Evtushenko invoca en su poesía el ejemplo de José Antonio de luchar hasta morir por la verdad:

... Así hay que vivir - y no ociosamente;

arriesgarse a morir olvidándose del sosiego,

de la comodidad, para decir -

aunque sólo sea durante tres minutos -

la verdad.

¡Aunque sólo sea durante tres minutos!

¡Y deja que luego te maten!...

Con Román Karmén

Hace unos días ha llegado a Cuba la delegación gubernamental soviética, presidida por Anastás Mikoyán, Vice Primer Ministro de la URSS.

Las negociaciones con el Gobierno cubano son tensas, hasta el punto que Mikoyán no ha podido abandonar Cuba para asistir al entierro de su esposa, que falleció en Moscú estando él ya en la Isla.

Acompaña a la delegación el célebre cineasta soviético Román Karmén, bajo cuya dirección mi hermano Carlos trabajó en la realización de una serie de películas documentales. A pesar de la diferencia de sus edades a ambos les une una fraternal amistad. Román - que había filmado crónicas únicas de la guerra civil española; de la Guerra Patria del pueblo soviético contra el fascismo alemán y de la guerra de Vietnam - era muy conocido en Cuba por sus documentales "Alba de Cuba" y "Lámparas azules".

Ahora había venido a Cuba a filmar cuadros de un cataclismo que, gracias a Dios, no acaeció.

De izquierda a derecha: Karmén, el autor del libro y Máximo Terry, de la Sección Sindical de la construcción de la Termoeléctrica de Mariel

En la foto, de izquierda a derecha: Karmén, el autor del libro y Máximo Terry, de la Sección Sindical de la construcción de la Termoeléctrica de Mariel

Feliz Año Nuevo a todos

Se aproximaba el final del 1962. Decidimos pasar las Navidades en compañía de Pável y sus subalternos. Sabíamos que esos días serían los más tristes para ellos, estando tan lejos de sus familias. Además, les presentaríamos a nuestras esposas e hijos.

Fue una noche fantástica, inolvidable. Los rusos nos enseñaron a bailar a todos los presentes el baile marinero "Yáblochko", mientras que Enrique, su esposa Dania y su madre se esforzaban para infundirnos ánimos en el aprendizaje del "cha-cha-cha".

Restaban tres días para que finalizase el - por fin sosegado - año 1962.

Gueórgui Shevyakov, que residía en el edificio contiguo al nuestro y al que nos unía una gran amistad, me pidió que le prestase un favor reservado.

En el centro, el asesor del Juceplan de Cuba Gueórgui Sheviakov con su esposa Nina y el ingeniero español Ricardo Sevil; a la izquierda el traductor Yuri Belov y, a la derecha, el pequeño Federico Reinosa

En la foto: en el centro, el asesor del Juceplan de Cuba Gueórgui Sheviakov con su esposa Nina y el ingeniero español Ricardo Sevil; a la izquierda el traductor Yuri Belov y, a la derecha, el pequeño Federico Reinosa

Acababan de llegar a Cuba dos jóvenes soviéticos, especialistas en física nuclear, que habían recibido una dosis excesiva de radiación. Los doctores consideraban que - entre otras medidas, para frenar las consecuencias de la radiación - serían favorables los procesos de adaptación de sus sistemas fisiológicos a bruscos cambios de las temperaturas del medio ambiente.

Ya habían pasado una temporada en una zona del círculo polar ártico, en la que las temperaturas del invierno alcanzaban hasta 50 grados bajo cero, y ahora pasarían una temporada en esta zona tropical cubana en la que la temperatura promedia oscila entre los 18 grados en enero a 32 grados en julio. Ambos jóvenes venían acompañados de un "tutor", ya maduro, y de una amplia agenda saturada de turismo, descanso y actos culturales a cumplir en Cuba.

Pero aquel día ellos estaban libres y solos con sus preocupaciones en el entonces sombrío hotel "Habana Libre", en el que residían. Por la noche pasamos con Ricardo Sevil - ingeniero español que también trabajaba en Cuba y gran amigo mío - a recoger a los dos físicos para dar un paseo nocturno por las hechiceras calles de La Habana vieja.

Decidimos hacer un recorrido por los enigmáticos "night clubs" habaneros, que ni la crisis ni las calamidades del tiempo lograron cerrar, y ver los "show" que se exhibían en cada uno de ellos.

Los físicos nucleares, a sus 28 años, nunca habían salido al extranjero y, sin titubeo alguno, aceptaron nuestro plan. Tanto ella como él, resultaron ser personas muy simpáticas, sencillas y con muy buen sentido del humor.

Empezamos el recorrido por un club que, si mal no recuerdo, se llamaba "La cabaña", pues en sus elementos arquitectónicos predominaban los troncos, el ramaje y las cañas. El tablado redondo - rodeado de mesas para aquellos espectadores que les gustaba ver a las bailarinas y cupletistas más de cerca durante la representación y apoyar sus actuaciones con exclamaciones de fervor - se encontraba en la planta baja del club.

El primer piso se componía de palcos individuales que, habitualmente, los ocupaban los espectadores frívolos para alternar en ellos con las artistas en los descansos, o los espectadores moderados, que los empleaban para charlar amenamente con los amigos.

Ocupamos uno de los palcos y, como es natural, ofrecimos a los jóvenes que se sentasen en las dos sillas que se encontraban más cerca de la barandilla del palco. Eran las sillas desde las que mejor se veía el espectáculo. Nada más comenzar éste, cuando salieron al escenario un grupo de hermosas mulatas que - vestidas con un mínimo de ropa interior - bailaban con mucho garbo un rítmico baile cubano acompañado de un cuplé que decía

¡Somos socialistas, palante, palante,

y al que no le guste que tome purgante!

¡Somos socialistas marxistas-leninistas...,

el "tutor" cogió su vaso con el refresco, dijo que veía mal el show y desapareció del palco despidiéndose a la francesa.

Desde nuestra barandilla vimos como aquel hombre se buscó una silla en una de las mesas más inmediatas al tablado, se puso las gafas y, escalando con su mirada de lince las esbeltas piernas de cada una de las bailarinas desde los talones hasta las muelas del juicio - que era donde parecían terminar aquellas peculiares zancas mulatas -, de vez en cuando limpiaba con un pañuelo su frente empapada de sudor.

Las muchachas no tardaron en notar la presencia de aquel paleto y cada una de ellas, al desfilar cerca de él, le saludaba al "estilo cancán" con sus poderosos traseros. El "tutor" parecía estar hipnotizado. Arriba, en el palco, los jóvenes físicos soltaron el trapo a reír y no podían parar.

Shevyakov nos dijo en español:

¡Vaya pájaro! Hasta se ha olvidado de sus apadrinados.

Pero una cosa era obvia: la risa que el "tutor" había desatado en aquella simpática pareja aportaría algo a la cura de sus sistemas biológicos.

1963 - Año de la Organización

El 14 de enero - en respuesta a nuestra invitación navideña - los marinos soviéticos nos han invitado a un grupo de constructores de la termoeléctrica, en compañía de nuestras familias, a comer con ellos y dar un paseo por el mar en yate. Los cubanos no pueden dar en el clavo del porqué los rusos han elegido esta fecha para invitarnos.

A la hora convenida un yate soviético, capitaneado por Pável, arribó al puerto de Mariel. Al ver en su cubierta un pequeño Árbol de Navidad - adornado con muñequitos, figuritas y cadenetas de papel confeccionados por los marinos y una pancarta en español que nos felicitaba con el Año Nuevo - todos los invitados quedaron perplejos.

Y es que hoy - según el viejo calendario juliano - en Rusia era el día de Año Nuevo. Desde el 14 de febrero de 1918 en la URSS, como en todos los pueblos cristianos, rige el calendario gregoriano, cuya diferencia con el primero era de 13 fechas en el siglo XX.

Aquellos "pequeños detalles" nos convencían una vez más de cómo los marineros soviéticos - considerablemente afectados por la nostalgia - aprovechaban cualquier ocasión que les permitiese, aunque sólo fuese por unas horas, acercarse a sus costumbres nacionales, a sus familias, a su añorada patria.

Nadie de ellos sabía cuándo podrían regresar a sus hogares boreales. En el campamento soviético una orquesta, al ritmo de la marcha "El 26 de Julio", acompañaba nuestra atracada a la costa.

La rica comida campestre, servida sobre manteles tendidos en la hierba, nos dejó maravillados: todos los guisos fueron servidos en los botes y latas en los que dichos productos se conservaban para los largos viajes submarinos. Los diversos manjares parecían estar recién preparados.

Luego Pável nos confesaría que todos ellos eran conservas de la denominada "reserva intangible", para cuyo consumo tuvo que recibir el correspondiente permiso del mando superior.

Durante la comida sucedió un suceso anecdótico.

Nadie quien conozca a los soviéticos se puede imaginar una fiesta sin un tamadá, es decir, sin un maestro organizador de brindis. Ese papel lo había asumido el propio Pável, que pidió a todos los presentes levantar el primer brindis de "Bacardí" por la salud de Fidel y de Nikita.

Cuando unánimemente vaciamos nuestras copas noté cierta preocupación entre los anfitriones. Y es que los camaroteros - que controlaban la mesa para que los entremeses y los guisos se repusiesen rápidamente a medida que mermaban - creyeron oportuno proponer al capitán de navío Serguéev que el poco "Bacardí" que quedaba se conservase para las damas y - puesto que todavía quedaban por expresar muchos brindis - ya era hora de poner en marcha el plan cuya clave era "chisty spirt", que en castellano se descifra como "alcohol puro".

Una señal de Pável - muy esperada por sus colegas - fue suficiente para que sobre la mesa apareciesen dos bidones de este líquido ardiente. Con el buen sentido del humor propio del capitán - y habiendo pedido al intérprete que tradujese literalmente la alocución-instrucción que iba a pronunciar - Pável dijo:

A nosotros nos gusta divertirnos, sobre todo cuando en la fiesta participan buenos amigos. El vino, la cerveza y el vodka son bebidas imprescindibles en ellas.

Pero, cuando por alguna causa excepcional dichas bebidas no pueden ser suministradas a la mesa por carecer de ellas, como por ejemplo hoy, nosotros, los marinos, pasamos a beber alcohol puro.

Existen dos formas de consumir esta bebida.

Una es la forma instruida o culta, que consiste en echar en un vaso alcohol puro, disolverlo a su gusto en agua y beber esta mezcla como se beben otras bebidas fuertes.

La segunda forma de consumo es la no instruida, o inculta. Para ello es menester disponer de dos vasos, uno para el alcohol puro y otro para el agua. El alcohol puro se bebe sin respirar, para no atragantarse, luego se vacía inmediatamente el vaso de agua en la garganta y, sin titubear un instante, se comienza a comer lo que le guste a cada uno, cuanto más mejor.

Para terminar mi alocución quisiera añadir que todos los marinos aquí presentes, como es costumbre en la flota, bebemos el alcohol puro, de manera no instruida o inculta. Si nos permiten ustedes se lo demostraremos levantando un brindis en este Año Nuevo por la salud de las damas hoy presentes aquí y por las ausentes, que nos esperan en Rusia.

Las señoras presentes accedieron a que se levantase el brindis inculto en su honor, y esperaban con impaciencia el comienzo de aquel espectáculo, tan inaudito para todas ellas y tan habitual, según lo oído, para aquellos marinos-actores.

Los oficiales soviéticos se pusieron de pie sosteniendo cada uno en sus manos sus dos vasos, inclinaron sus cabezas ante las damas presentes en señal del respeto que les profesaban y ya se disponían a beber cuando Enrique Zamorano interrumpió la ceremonia gritando:

Pável, yo también quiero levantar el brindis inculto con vosotros!

El intérprete tradujo las palabras de Enrique y los marinos sonrieron. Era verdaderamente increíble que aquel flacucho se prestase a competir con aquellos fornidos marinos. Sin embargo, la hazaña del responsable de la termoeléctrica de Mariel fue un éxito.

La brisa del mar, por el que realizamos después un paseo en yate, despejó nuestras cabezas: debo reconocer que era la primera vez en mi vida que probaba aquella forma original de mezclar el alcohol y el agua directamente en la "coctelera" que las personas normales denominan estómago humano.

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