Marchando con "patiabiertos"

El departamento que me fue confiado dirigir en "Atlant" estaba compuesto por 14 jóvenes especialistas. Todos ellos habían participado en la elaboración y puesta en marcha del sistema "ESSKS" y eran buenos programadores.

Uno de los fundadores de "Atlant" por la parte soviética era la Academia de Ciencias de la URSS y, por lo tanto, una de nuestras principales obligaciones era la de colaborar con los Institutos de investigación y con las revistas científico-técnicas para conseguir, en primer lugar, la comercialización de productos del fructífero pensamiento científico-técnico soviético que - por diversas causas mayores - se había acumulado en el país durante años y años.

Y es que en la URSS siempre existió una triste realidad: la inmensa mayoría de los resultados del pensamiento científico y técnico cultivado en el país - por falta de las correspondientes tecnologías modernas para realizar las ideas - se encontraban archivados en las arcas secretas de los correspondientes organismos en espera de tiempos mejores. Era imprescindible abrir estas arcas y encontrar en los países occidentales socios solventes, que estuviesen dispuestos a utilizarlos con los autores.

Con cara al mercado internacional y sabiendo bien que todo lo que producía la ciencia soviética era un enigma para Occidente, el primer punto que incluimos en el plan de trabajo de nuestra sección fue la elaboración de un programa para los PC que entre nosotros llamamos "Tarjeta de visita de la ciencia soviética".

El programa de la "Tarjeta" permitiría a sus usuarios comprender la estructura de la Academia de Ciencias de la URSS y de las Academias de Ciencias de las Repúblicas Socialistas Soviéticas; desenvolver estas estructuras hasta los niveles de centenares y centenares de Institutos de investigación técnica y revistas científico-técnicas existentes en las diversas ramas de la economía soviética; conocer sus direcciones postales y los teléfonos y fax de los encargados en ellos de llevar las negociaciones científicas y comerciales en la primera etapa.

Hasta entonces, el orientarse en el laberinto de la ciencia soviética - uno de los mayores laberintos existentes en la URSS que, como es natural, siempre ha despertado un interés especial en el mundo de lo moderno - era un principado de los servicios secretos.

Y si la ciencia soviética no logró durante su existencia establecer amplios y fructíferos contactos con miles y miles de empresas extranjeras fue precisamente porque los arcaicos organismos inquisidores siempre la hicieron aparecer ante la opinión mundial como un enigma.

Un día me llamó el vicedirector general de "Atlant" y me comunicó que era urgente terminar el bosquejo de la "Tarjeta de visita de la ciencia soviética" que estábamos elaborando: Mijaíl Gorbachov realizaría pronto una visita a EE.UU. y Gury Marchúk, el Presidente de la Academia de Ciencias de la URSS - que entre otras personalidades acompañaría al Secretario General del PCUS en su viaje - quería enseñársela y recibir de palabra su visto bueno.

Marchúk no logró enseñar el bosquejo de la "Tarjeta" a Mijaíl Gorbachov: en Armenia, una de las repúblicas del Cáucaso, un sismo desolador arrasó inesperadamente pueblos y ciudades causando numerosas víctimas, y Gorbachov se vio obligado a interrumpir su viaje por EE.UU. y regresar urgentemente a la URSS.

No obstante, con el fin de acelerar la elaboración de la "Tarjeta", el Presidente de la Academia de Ciencias de la URSS firmó una carta dirigida a todos los Institutos de investigación científica, revistas científico-técnicas y otras instituciones subordinadas a la Academia, en la que pedía a sus destinatarios presentasen en un corto plazo la información primaria formalizada para su inclusión en el proyecto.

Pero todos nuestros esfuerzos fueron en vano: la perestroika estaba en su auge, las contradicciones entre los poderes del país crecían a velocidades cósmicas y el concepto URSS comenzaba a desintegrarse en las mentes de los dirigentes de las Repúblicas Federales y Autónomas. Prácticamente ya nadie hacia caso a nadie.

Transcurridos unos años Mijaíl Gorbachov, con la altanería e insolencia propias de él, lamentará públicamente en sus memorias el no haber podido conducir a buen puerto el buque que había gobernado, esperando que los historiadores sepan señalar lo logrado y no logrado y las causas de ello.

Pues bien: Gorbachov no supo conducir el buque "URSS" a ningún puerto, ni bueno ni malo. Simplemente lo abandonó a la deriva y, pasados unos meses, el torbellino de la glasnost y el escollo de la perestroika partirán el viejo casco de éste en los quince pedazos que hacía ya más de 70 años fueron soldados para crear aquel buque gigante.

Y el torbellino y el escollo lanzaran al engreído capitán por la borda, por haber osado a gobernar un enorme barco en una navegación de altura sin haber aprendido a conducir barcazas en navegaciones de cabotaje.

Nuestros socios yugoslavos de "Atlant" - buenos comerciantes que aprovechaban el hecho de que Yugoslavia era un país "patiabierto" no alineado y que marchaba plantando un pie en el Socialismo y otro en el Capitalismo - valoraban la "Tarjeta de visita" como un magnífico y caro producto intelectual que aportaría buenos beneficios a la empresa.

Pero, cuando ellos se cercioraron de la imposibilidad de incluir en la "Tarjeta" la información concerniente a las Academias de Ciencias de las Repúblicas Soviéticas y de un gran número de Institutos y revistas científicas ubicados en los territorios de estas Repúblicas, - que pronto se convertirían en estados independientes - comprendieron que el valor de la "Tarjeta" se reduciría considerablemente.

Y entonces optaron por olvidarse de ella y pasar rápidamente a ocupar el papel de intermediarios en el comercio habitual entre las empresas soviéticas y los países de occidente, cuyos mercados ellos conocían muy bien.

Un conocido periodista español caracterizará aquellos años como un periodo en el que "comenzaban a desaparecer los horizontes para que existiese sólo un presente".

Aquel brusco viraje en el trabajo de la empresa - el paso de la informática a la venta de artículos y materias primas - para mí fue inesperado e incomprensible.

Yo había dado mi conformidad de trabajar en "Atlant" sólo en la esfera de la elaboración y aplicación práctica de proyectos relacionados con la informática, especialmente en la rama de la construcción, que yo conocía bien.

Además, profesionalmente, no estaba preparado para aquel nuevo tipo de comercio. Era indudable que - para el bien del país - semejante comercio debía estar a cargo de empresas mixtas en las que participasen los especialistas soviéticos en la materia en cuestión. De lo contrario nuestros experimentados socios nos estafarían sin escrúpulo de conciencia.

Mis intentos de encontrar salida a la situación creada no dieron resultado alguno. Algún académico, que veía más su perspectiva en el comercio material que en la ciencia, comprendió que nuestro Departamento era un impedimento para travestir la empresa.

Y el 23 de abril de 1990 a los 14 empleados nos trasladaron, incluso subiéndonos los sueldos, a otra empresa mixta de la Academia de Ciencias de la URSS: al "Centro soviético-americano de intercambio científico y técnico".

La nueva empresa - dirigida por un comerciante verde que, para limpiar su conciencia ciudadana, compraba lavadoras en un país occidental y las vendía después a precios disparatados a la cansada y pobre mujer soviética - no disponía incluso de local alguno para sus empleados.

Comprendí que no se podían pedir peras al olmo, pero sí podía abandonar para siempre aquella empresa. Y así lo hice.

Días memorables

Durante la perestroika, en el firmamento político de la Unión Soviética - hasta entonces deslucido - resplandecieron nuevas estrellas. Una de las supernovas fulguró en Leningrado, actualmente San Petersburgo.

En las tempestuosas sesiones del Soviet Supremo de la URSS de aquellos días se discutían asuntos de suma importancia para el futuro del país - como, por ejemplo, la revocación del 6º artículo de la Constitución, que legalizaba el papel dirigente del PCUS en la sociedad soviética - y en ellas el profesor de la Universidad de Leningrado, doctor en jurisprudencia Anatoli Sobchak, se manifestaba de forma contundente y brillante.

En aquel entonces mi hija María - que ya hacía 18 años trabajaba de periodista en la Agencia de Prensa "Novosty" - escribía como corresponsal reportajes desde Moscú para el periódico valenciano "La Hoja del Lunes".

Cuando Salvador Barber Font, redactor jefe de este periódico, le pidió a María que invitase a alguno de los políticos soviéticos que estuviese de moda a visitar Valencia, fueron los rasgos cautivadores de la oratoria argumentada del diputado Sobchak los que decidieron que éste fuese el agraciado.

Pero, aunque la invitación valenciana llegó a nombre de Anatoli Sobchak y de la corresponsal y traductora María de los Llanos, la Dirección de "Novosty" - temiendo que bajo el influjo del ambiente democrático español el carismático diputado, que en el Parlamento presidía el Subcomité de reformas y legislación económica, se "desbordase" en sus intervenciones - puso en fila como "acompañante" al diputado Poltoranin, fiel a la nomenclatura y Ministro de Información en uno de los posteriores gobiernos de Boris Yeltsin.

El recibimiento de los valencianos fue muy cálido. En su gabinete de Rector de la Universitat de Valencia Don Ramón Lapiedra contó a los invitados soviéticos la interesante historia de la Alma Máter, que pronto festejaría su quingentésimo aniversario. Los estudiantes de la facultad de Derecho en el campus de la Avenida de Blasco Ibáñez asediaron con preguntas a Sobchak.

Ambos diputados rusos intervinieron en el programa de Salvador Barber por la TV valenciana. Los hermanos Lladró les invitaron a visitar su fábrica, donde pudieron apreciar el mundo mágico de la porcelana valenciana.

El 7 de mayo de 1990 desde Leningrado llegó una importantísima noticia: Anatoli Sobchak acababa de ser elegido Presidente del Soviet de la ciudad. Y el nuevo alcalde decidió festejar la victoria bañándose en el Mediterráneo.

Pero el momento más emocionante de su viaje a Valencia - como el propio Anatoli Sobchak reconocería más tarde - fue cuando en el Aula Magna de la Universidad de Valencia hizo entrega y colocó solemnemente en los vestidos de Aurina Allen y Carmen de los Llanos, dos "niñas de la guerra" residentes en Valencia, las medallas "Al habitante del Leningrado asediado", condecoraciones que transcurrido casi medio siglo encontraron, por fin, a sus dueñas.

Fue un día memorable para toda nuestra familia. En el solemne acto estaban presentes los hijos, nietos, familiares y amigos de éstas, y asimismo los estudiantes universitarios.

Anatoli Sobchak condecora con las medallas Al habitante del Leningrado asediado a Aurina Allen y Carmen de los Llanos

Anatoli Sobchak condecora con las medallas "Al habitante del Leningrado asediado" a Aurina Allen y Carmen de los Llanos

Años después - recordando aquel feliz día - mi hermana Carmen nos dirá:

A través de los años y de las circunstancias a veces se olvidan hechos de tu vida, algunos muy importantes. Así me ocurrió con mi condecoración, concedida como a muchas otras compañeras de nuestra casa de niños españoles de Leningrado por haber vivido y trabajado en aquellos tristes y dolorosos días en los hospitales de la asediada ciudad, ayudando a los médicos y enfermeras a curar y cuidar a los heridos que llegaban del frente.

Después de la condecoración. De izquierda a derecha: A. Sobchak, María y Carmen de los Llanos y Aurina Allen

Después de la condecoración. De izquierda a derecha: A. Sobchak, María y Carmen de los Llanos y Aurina Allen

Aunque la estancia de Anatoli Sobchak en Valencia fue breve, sus intervenciones en público, por radio y televisión despertaron entre los oyentes - particularmente entre los empresarios valencianos - un interés especial por la región de Leningrado, hasta entonces desconocida para ellos en muchos aspectos.

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