El VI Congreso del Partido Comunista de España

1959, diciembre.

Sopla un viento muy fuerte y está nevando. Me acaban de comunicar que debo presentarme urgentemente en el Comité Regional del PCUS. Eso significa que debo recorrer más de 100 kilómetros en coche por una carretera cada vez más cubierta de nieve y que, probablemente, nadie intentará limpiar hasta que no cese la ventisca.

No podemos imaginarnos cuál es la causa de la urgencia de la cita y, como es natural, Inna está un poco nerviosa.

Alexandr Múrysev - segundo secretario de la organización regional del PCUS - me explicó que le habían telefoneado del Comité Central pidiéndole que organizara urgentemente mi viaje a Moscú, donde nada más llegar debía dirigirme a la oficina del PCE. Allí recibiría las instrucciones pertinentes. Múrysev me hizo entrega de un billete para el tren de la tarde Kúibyshev-Moscú.

Lo primero que me ha preguntado Inna cuando hablé con ella por teléfono desde Kuibyshev es que cómo es posible que, después de 11 años de vida conjunta, vayamos a celebrar el Año Nuevo por separado, sin saber nada uno del otro. No sé qué contestarla y lo único que la pido es que sea discreta y explique mi ausencia por un problema de salud de algún familiar nuestro.

Desde la estación moscovita de Kazán me dirijo a la oficina del PCE. De manera muy concisa Luis Balaguer - dirigente máximo de la emigración en la URSS - me explica que me han llamado urgentemente porque he sido elegido delegado al VI Congreso del PCE, que pronto se celebrará. Ya no debo salir de la oficina para nada y no debo llamar a nadie por teléfono, incluyendo a mi padre, pues cualquier indiscreción por parte de alguno de nosotros podría costar muy caro a los delegados del interior.

Por la tarde, ya obscurecido, unos coches nos llevan a la estación de ferrocarril de Bielorrusia. Un funcionario del CC del PCUS nos acompaña en el viaje y es el que en los puestos fronterizos de la URSS, Polonia y Checoslovaquia se encarga de presentar los documentos que nos dan vía libre a todo el grupo.

En la estación de Praga nos esperan dos compañeros checos que, metiéndonos a todos los delegados ordinarios en un autobús con cortinillas cerradas, nos acompañaron hasta un hotelito reservado del PC checoslovaco en las montañas de los Altos Tatra. El paisaje es indescriptible y el bosque que cobija las laderas de las montañas está cubierto de nieve cuya blancura es indicio de la pureza del aire. Un jabalí sale disparado de entre los árboles, cruza corriendo la estrecha y solitaria carretera asfaltada que conduce al hotel y desaparece en la fronda del bosque.

Las cuatro simpáticas mujeres que arreglan nuestras habitaciones, cocinan sabrosas comidas nacionales y nos cuidan con esmero - conjuntamente con el jabalí y sus compañeros de manada - serán los únicos seres vivos que veremos durante varios días y noches en estos paraderos. Nadie de nosotros sabe ni dónde se va a celebrar el Congreso del PCE ni cuándo saldremos de aquí. Nuestro único entretenimiento es el pasear por la serpenteante carretera después de cada comida e intentar leer, sin comprender nada, algunos libros políticos en checo, eslovaco o húngaro, almacenados en un armario en una de las habitaciones.

Durante los paseos por la carretera mis compañeros discuten fervorosamente problemas de la política actual del PCE y de la situación en España. Yo les escucho atentamente y comprendo que estoy atrasadísimo en estas cuestiones básicas para participar en el Congreso. Ya hace casi 10 años que estoy apartado de la emigración española. Comprendo que, por lo menos a mí, nadie me ha elegido democráticamente para asistir al Congreso - foro máximo de los comunistas españoles. Y es que en la clandestinidad la democracia no existe.

Alguien de los que "tienen derecho a saberlo todo" nos ha incluido en la lista de los delegados por algo que él cree conveniente. Cuando ese alguien me incluyó a mí en la lista creo que lo que le atraía era la orden de "Lenin", y no yo.

Entre mis compañeros delegados hay filósofos y economistas que, por lo que discuten, supongo aportarán mucho a las resoluciones del congreso, aunque no puedo afirmar que sus opiniones coincidan con las de los comunistas españoles del interior, que son los que están en el ajo.

Acaba de llegar un autobús con cortinillas corridas y nos dicen que agarremos nuestras maletas y nos sentemos en él. Nos despedimos del personal y salimos para Praga.

En las afueras de la capital y - si juzgamos por los escritos y señales de tráfico de la carretera por la que circulamos - camino del aeropuerto, nuestro autobús se para ante un alto y largo muro, unas macizas puertas se abren al parecer con la fórmula mágica "¡Sésamo, ábrete!" y nuestro autobús entra - por lo visto - en una ciudad estudiantil de alguna Escuela Superior reservada del PC checoslovaco.

Después de alojarnos en apartamentos individuales nos invitan a cenar.

Al entrar en la enorme sala donde ya están cenando muchos otros delegados me parece ser víctima de una alucinación.

Mis ojos ven a uno... dos... tres... cinco amigos que hace apenas tres años regresaron de la URSS a España - unos solos y otros con sus familias -, todos ellos personas muy conocidas entre la emigración por sus actividades políticas y laborales.

Nos abrazamos, cenamos rápidamente y hablamos toda la noche recordando nuestros años estudiantiles, nuestros amigos comunes, los difíciles momentos por los que ellos han pasado y pasan en España.

¿Cómo es posible que estos compañeros hayan venido al Congreso del partido más perseguido en España? ¿Es posible que la brigada político-social trabaje tan mal o ya sea indiferente ante lo que ocurre en la vida política del país? ¿O tal vez sea que en el interior no exista ese partido de masas del que tanto nos hablan los "dirigentes" del exilio?

¿O, simplemente, es indispensable la presencia en el Congreso del mayor número posible de delegados del interior para alcanzar algún acuerdo muy importante y, para lograrlo, alguien está dispuesto a hacerlo a cualquier precio?

Celebramos el Año Nuevo en un ambiente insólito. Esperamos con impaciencia las doce campanadas de la Torre Spásskaya del Kremlin y levantamos un brindis por la Unión Soviética y su pueblo.

Luego, cuando suenan las doce campanadas del reloj principal del país anfitrión que nos ha reunido, brindamos con sus representantes allí presentes por la felicidad y salud de los pueblos checo y eslovaco.

Una hora más tarde el reloj de la Puerta del Sol nos anuncia que el nuevo año 1960 también ha llegado a España, a nuestra querida España, y todos en silencio, la mayoría con los ojos humedecidos, tragamos las doce uvas al unísono de las doce sonoras campanadas madrileñas.

El Congreso ha transcurrido tal y como lo habían previsto sus organizadores. Carrillo ha sido elegido Secretario General, y Dolores Ibárruri ha pasado a ser la Presidenta del Partido Comunista de España.

Ha llegado la hora de despedirnos de los delegados del interior que conocemos. Nos abrazamos y les deseamos muchas venturas. A todos los demás delegados nos retienen unos días más en aquel recinto cerrado e inaccesible hasta que, según los cálculos de alguien, los del interior ya se encuentren en España. Cuando lleguemos a Moscú, de acuerdo con las instrucciones recibidas, no debemos contar a nadie nada del Congreso hasta que la prensa soviética no confirme su celebración.

Una invitación inesperada

Cuando llamo a casa, me comunican que Nikolay Ivantsov, ahora Director del Instituto "Guidroenergoproyekt" de Moscú, ha llamado ya varias veces por teléfono y necesita verme urgentemente.

Terminada la construcción y puesta en marcha de las esclusas y de los canales navegables de la "Hidroeléctrica V. I. Lenin", Ivantsov dirige la elaboración del proyecto de la hidroeléctrica de Sarátov - séptimo escalón de la Gran Cascada de hidroeléctricas del río Volga.

Para convencer al Ministro, Ivantsov ha elaborado una especie de anteproyecto de la futura hidroeléctrica.

Haciéndome entrega de un ejemplar de éste Nikolai Maxímovich me dice:

Si te gusta - trabajaremos juntos durante muchos años.

El informe desarrolla una idea que ya hace mucho tiempo ocupa la lúcida mente del autor. Algunos elementos de esta idea tuvimos ocasión de realizarlos en pequeña escala durante la construcción de las esclusas de la hidroeléctrica de Kúibyshev.

En términos generales se trata de transformar la construcción de las salas de generadores de las hidrocentrales, las presas de aliviadero y las esclusas de las gigantes obras hidrotécnicas en los grandes ríos de la plataforma rusa - que hasta ahora se efectuaba sobre la base de hormigón armado colocado "in situ" - en obras que consten de enormes bloques de hormigón armado prefabricado.

Es decir, elevar la noción "construcción" a una fase superior: a la noción de "montaje". Es una revolución técnica en la ingeniería que permitirá reducir considerablemente los costes, los plazos de erección de los complejos hidrotécnicos y elevar la calidad de este tipo de construcciones.

El dibujo de regalo en el día de mi cumpleaños con una dedicatoria en verso firmada por un grupo de amigos

Un grupo de amigos me ha regalado en el día de mi cumpleaños este dibujo de regalo - en el que yo navego a bordo de una sección prefabricada para la hidroeléctrica de Sarátov - con una dedicatoria en verso firmada por ellos...

Ivantsov me dice que cuando el Ministro le preguntó qué necesitaba para desarrollar su idea él le respondió que, ante todo, debía ocupar el puesto de Director del "Guidroenergoproyekt" - Instituto en el que, entre otros, se elaboraría el proyecto de la hidroeléctrica de Sarátov. También había que obtener el permiso del CC del PCUS para trasladar a Moscú a un grupo de especialistas con los que él había trabajado los últimos años.

Y es que para residir en Moscú hay que tener "propiska", es decir, permiso de residencia en la capital; pero a su vez, para recibir este permiso hay que trabajar en alguna institución o empresa moscovita, cosa imposible si no tienes la "propiska"...

Es un círculo vicioso que sólo puede ser solucionado a las mayores alturas dirigentes del país.

Ahora Nikolai Maxímovich ya tiene en sus manos el permiso para trasladar de Stávropol en el Volga a la capital a todo un grupo de especialistas, y las llaves de las viviendas que nos han sido concedidas se encuentran en su bolsillo.

La noticia me ha dejado atónito.

Ivantsov me propone ocupar el puesto de Ingeniero Jefe del Departamento de elaboración de los proyectos de organización y ejecución de las obras hidrotécnicas singulares. La vivienda que ha sido reservada para nuestra familia se encuentra en el distrito de Ismáilovo de Moscú, en el 5º y último piso de una nueva casa de ladrillo silicocalcáreo. El piso consta de dos habitaciones - una de 20 metros cuadrados y otra de 15 - una cocina, un cuarto de baño y un wáter.

La casa, como casi todas las que se construyen en Moscú, es propiedad del estado, tiene calefacción central, gas ciudad y agua corriente. Esta casa, además, tiene teléfono.

Las dos ventanas y el balcón del piso que nos han concedido dan a un pintoresco lago en cuya orilla opuesta se divisa un puente de piedra con una torre y dos iglesias.

Son los restos de la finca de Ismáilovo en la que Pedro I El Grande pasó parte de su infancia y en cuyo lago, navegando en un pequeño bote de su abuelo, posiblemente naciera la obsesión del futuro zar de Rusia por crear una flota digna de la grandeza de su pueblo.

Llamamos a Inna por teléfono y, primero Nikolay Maxímovich y luego yo, le contamos todo.

Yo comprendo que no es nada fácil responder de sopetón unívocamente a la pregunta de ¿accedemos o no a nuestro traslado a Moscú?

Inna dice que confía en mi sensatez y que debo ser yo el que decida cómo obrar. Ivantsov sonríe y sostiene en sus manos dos copas con champaña.

Cuelgo el teléfono, miro a Ivantsov y emito un fuerte ¡! Brindamos por el futuro.

Nicolai Maxímovich Ivantsóv, ex viceministro del Ministerio de Energética y Electrificación de la URSS, Héroe del Trabajo Socialista

En la foto: Nicolai Maxímovich Ivantsóv, ex viceministro del Ministerio de Energética y Electrificación de la URSS, Héroe del Trabajo Socialista

Un secreto a voces

En los periódicos soviéticos ya ha aparecido una información concisa respecto a la celebración del VI Congreso del PCE. Ya puedo ir a casa de mi padre. ¡Qué alegría se llevará mi padre cuando sepa que nosotros ya tenemos la "propiska" y la vivienda en Moscú y pronto estaremos a su lado!

Éste, en vez de sorprenderse por mi visita, me dice que ya suponía que yo me encontraba en Moscú esperando a que apareciera en la prensa la información respecto al Congreso para poder venir a su casa. Resulta ser que la celebración del VI Congreso era un secreto a voces.

En Moscú - según mi padre - ya desde hace muchos años es prácticamente imposible mantener en secreto acontecimientos de esta índole. Nada más que por la capital soviética aparece alguna "golondrina" dirigente de las emigraciones españolas en Francia, Checoslovaquia o Rumania, en las mentes de los viejos y experimentados cuadros del partido residentes en Moscú se despierta una curiosidad de noticias y, por carecer de ellas, algunos establecen su "control" sobre el desarrollo de los acontecimientos.

El fin de esta curiosidad profesional es prever y predecir lo que acompañará a la llegada de los camaradas forasteros, aunque todos saben muy bien que una golondrina no hace verano. Pero... ¡por si acaso!

El sistema de control es simple y se basa en, con cualquier pretexto, dar telefonazos matutinos, diurnos o nocturnos - cuyos pasos urbanos son gratuitos en la Unión Soviética - al trabajo o a las casas de los dirigentes de la organización del PCE en Moscú.

Si, por ejemplo, desaparecen de Moscú los miembros del CC aquí residentes, su ausencia puede significar que en algún lugar se está celebrando o celebrará un pleno de este organismo. Si, además de los miembros del CC, desaparecen de la capital otros activistas es de esperar que se trate de un congreso, sobre todo si a su desaparición le ha precedido un largo estudio de algunos materiales programáticos en los círculos políticos.

Lo peor de todo es que, según informaciones de algunas agencias extranjeras obtenidas por nuestros compañeros que trabajan en "Radio Moscú", todos los delegados del interior de España al VI Congreso del PCE ya se encuentran en manos de la policía española. Alguien afirma que entre dichos delegados había un confidente de la policía. Pueda ser.

Pero ¿es posible que los comunistas que hacía unos años habían regresado a España de la URSS no estuviesen vigilados por la policía española? ¿Es posible que los dirigentes del PCE no supieran a lo que podía conducir semejante composición de la delegación del interior?

Es imposible creerlo, pero está clara una cosa: la vanidad de algún dirigente máximo del PCE ha sido la causa de estas detenciones y de la ruina para muchísimos años de numerosas familias de honradísimos e inexpertos miembros de base del partido.

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